Gerardo Pérez González.-
Aquel fatídico miércoles 13 de noviembre de 1973 en Carora esperaba ir a clases al Colegio Cristo Rey, cuando alguien pasó y dijo que para allá abajo había mucha agua. No se imaginaba nadie lo que sucedería posteriormente.
Pero fue un anuncio a las puertas del laboratorio de biología de la mencionada institución educativa donde yo estudiaba, que otro compañero gritó :"Carora se está inundando". Sin mediar palabras y sin permiso de nadie, el grupo de estudiantes corrimos velozmente sin importar nada, hasta la Plaza Bolívar, y allí observar con gran asombro que la casa de nuestro compañero Bernardo "Pelón" Herrera estaba inundada y veíamos la desesperación de sacar los enseres y pedir ayuda, cosa que no pudimos hacer por la precariedad de nuestra edad y condiciones físicas. También nos decían que la casa de la compañera Albis Aldana sufría las mismas consecuencias, pero era de mayor gravedad por estar calle más abajo.
Es allí donde logramos darnos cuenta de la magnitud del desastre natural que se estaba viviendo.
Fueron momentos de terror desde esa mañana del 14 de noviembre hasta mediados del año 1974. Estaba Venezuela centrado en elecciones presidenciales próximas a celebrarse y los políticos en movilización por todo el país. El gobierno nacional decretó la emergencia de la ciudad y vimos al Ejército tomar el control de las zonas inundadas.
Aquella noche fui presa del nerviosismo cuando escuchábamos la Radio Carora y el Monseñor Eduardo Herrera que pedía calma y oración. Un vecino ducho en la materia de lluvias por su experiencia en el MOP nos decía la gravedad que vivíamos por las precipitaciones en las últimas horas; era el recordado Juan Salazar, quien era el portavoz del vecindario, ya que quedábamos inmediatamente cercanos a las aguas y distantes a una cuadra de nuestro hogar.
Vi salir corriendo a mi madre con el don de ayudar al prójimo hacia los barrios El Yabal y El Calvario a socorrer gente y prestar su colaboración. Ese día principalmente todo era una calamidad, ver caer ante nuestra mirada casas y negocios, ver llantos de desesperación pidiendo socorro porque había perdido todo, y familias buscando protección en otras casas vecinas y en escuelas públicas que servían de albergues.
Con los años pude leer en la hemeroteca merideña la magnitud de aquel 1973, tomé el periódico El Nacional y a página completa decía "Carora bajo las aguas del Morere" con una foto gigante y páginas rojas que narraban los hechos.
El llamado de las más importantes personalidades nacionales y de los caroreños ilustres pidiendo ayuda, solidaridad y trasladarse hasta la comarca que los vio nacer o crecer y brindar la protección debida. Interpreté que fue una tragedia nacional. Se calculó más de cuarenta manzanas destruidas y el comercio, la banca y servicios dañados en la partes bajas y el centro de la ciudad. Pérdidas humanas, daños millonarias a familias completas, como también a zonas rurales.
Cincuenta años no se han borrado de nuestra memoria de lo que vivimos y padecimos aquel miércoles 14 de noviembre de 1973. Luego la historia fue de reconstruir la ciudad, lo más importante fue decretar, por el presidente de la República de aquel entonces y recién electo Carlos Andrés Pérez, la protección de la Zona de Valor Histórico Colonial, créditos bajos para reparación y construcción de viviendas y ayuda a las poblaciones rurales que habían sufrido las mismas emergencias.
Los problemas aún subsisten en la Zona Colonial, Barrio Nuevo, El Yabal y el Torrellas porque otras zonas desaparecieron totalmente aquel 1973 como el muy antiguo Barrio El Calvario.
Recuerdo que se dijo que nuestra Virgen de Chiquinquira lloró en sus fiestas de octubre y que el pecado bailó por las calles de Aregue y era un divino castigo. Escuché decir que la noche anterior las gallinas y perros no descansaban de sus quejidos y que hasta los pájaros se portaban extraño porque presagiaban el desastre que una institución del Estado como el INOS, por negligencia humana, había destruido a la muy noble ciudad, hecho que aún lamentamos profundamente.
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