Por:
Lokman González.-
Era
uno de los más guapos llaneros de Venezuela y el hombre más burdo y
desvergonzado que Dios echara sobre la tierra; lo acredita la famosa proclama
que dirigió a su división al romperse los fuegos en Ayacucho. El Libertador
tuvo siempre predilección por él, y lo hacían reír sus groserías y pachotadas;
decía, Don Simón, que como sus colombianos no eran ángeles, había que tolerar
el que fuesen desvergonzados y sucios en el lenguaje. Verdad también que Bolívar,
en ocasiones, se acordaba de que era colombiano y escupía palabrotas, sobre
todo cuando estaba de sobre mesa con media docena de sus íntimos; cuentan que
habiéndole preguntado uno de los comensales, si aún continuaba en relaciones
con cierta aristocrática dama, contestó don Simón: —Hombre, ya me he
desembarcado, porque la tal es una fragata que empieza a hacer agua por todas
las costuras.
Un
domingo, en momentos que Bolívar iba a montar en el coche, llegóa Palacio y el
Libertador le dijo: —Acompáñame, a hacer algunas visitas, pero te encargo que
estés en ellas más callado que un cartujo, porque tú no abres la boca sino para
soltar alguna barbaridad; con que ya sabes, tu consigna es el silencio; tú
necesitas aprender oratoria en escuela de sordomudos. —Descuida, hombre, que
sólo quebrantaré la consigna en caso que tú me obligues. Te ofrezco ser más
mudo que campana sin badajo.
Después de hacer tres o cuatro visitas ceremoniosas, en las que se mantuvo correctamente fiel a la consigna, llegaron a una casa, en la que fueron recibidos, en el salón, por una limeñita, de esas de ojos tan flechadores que, de medio a medio, le atraviesan a un prójimo la autonomía. —Excuse usted, señor general, a mi hermana, que se priva de la satisfacción de recibirlo, porque está en cama desde anoche en que dio a luz dos niños con toda felicidad. —Lo celebro –contestó el Libertador–, bravo por las peruanitas que no son mezquinas en dar hijos a la patria. ¿Qué te parece? por toda respuesta, gruñó: —¡Hum... Hum! Bolívar no se dio por satisfecho con el gruñido, e insistió: —Contesta, hombre... ¿en qué estás pensando? —Pues con su venia, mi general, y con la de esta señorita, estaba pensando… en cómo habrá quedado el coño de ancho, después de tal parto. —¡Bárbaro! –exclamó, Bolívar, saliendo del salón más que de prisa. —La culpa es tuya y no mía. ¿Por qué me mandaste romper la consigna? Yo no sé mentir y largué lo que pensaba.
Lo
anterior es parte de un grupo de relatos del escritor peruano Ricardo Palma,
quien se destacó como narrador. En esta última modalidad se convirtió en el
fundador del género literario al que llamó tradición que se encuentra publicado junto con otros
relatos plasmados en una sencilla y pequeña colección titulada “Tradiciones en salsa verde”.
El
personaje de esta simpática historia, el General Jacinto Lara, prócer de nuestra
independencia y quien nació en nuestra bella ciudad de Carora, el 28 de mayo de
1778. Recientemente se cumplieron245 años de su nacimiento.Prominente agricultor
y ganadero, el cual se dedicaba al comercio de ganado desde los llanos hasta
Caracas.
A
los 32 años de edad, en 1810, en uno de esos viajes de negocio en Caracas, se
une a los revolucionarios de la Sociedad Patriótica y se entrega en cuerpo y
alma a la lucha por la independencia. Participando siempre junto a Bolívar en
la Campaña Admirable, en las distintas batallas que se efectuaron. Así como
también en la independencia de Colombia, Ecuador y Perú.
En 1829 se casó con NemeciaUrrieta y regresó a
Carora donde se dedicó a trabajar la tierra. Se desempeñó de nuevo como
comerciante y ganadero y gracias a su trabajo adquirió dos hatos llamados la
"Cabra" y "Quediches". Una vez separada Venezuela de la
Gran Colombia, Lara se apartó de la vida pública; aunque volvió a la misma para
ejercer la gobernación de la provincia de Barquisimeto entre los años 1843 y
1847. En sus últimos años de vida hubo un episodio que reveló su espíritu
cívico; durante un pleito limítrofe entre su hato Quediches y el de un vecino,
los tribunales decidieron en su contra y no se le ocurrió recurrir a sus
glorias militares para imponerse por la fuerza o revertir la sentencia,
sencillamente la acató. Murió a los 81 años. En 1881 fue elevado al rango de
héroe y desde el 24 de julio de 1911 sus restos reposan en el Panteón Nacional.
Así fue la vida de este
insigne caroreño, el cual fue el único que participó en toda la gesta
emancipadora, dejó su cómoda vida y se alistó en el ejército libertador. Hombre
fiel a Bolívar y quedemostró no sólo entereza y arrojo
sino también lealtad a la causa patriota.
El relato que inicia este
artículo es también una demostración del afecto que le tenía Simón Bolívar, no de cualquiera se dejaba
acompañar para visitas privadas a amistades muy cercanas y cuentan de largas y
simpáticas tertulias que acompañadas con carcajadas relajaban a nuestro
Libertador por las ocurrencias y el
lenguaje muy coloquial y dicharachero de nuestro prócer.
Al respecto, el Doctor Luís
Cortés, nuestro cronista, escribe que el Libertador “a Lara lo llamó El Ulises
de Colombia. Fue de pocos, o quizás el único ser humano, en asistir a dos
eventos de los más relevantes en la historia suramericana. En 1810 estará en
Caracas durante los sucesos del 19 de abril, mientras que 14 años después como
General se distinguirá en la Batalla de Ayacucho, la cual pone fin al
colonialismo en Suramérica”.
Seamos como Jacinto Lara
ejemplo de lealtad, honestidad y de un alto sentido patriótico.
Cuántos irán, cada 28 de mayo, para asegurarse
que estés muerto, bien muerto mi General.
(Parafraseando a Alí Primera, en su canción
“Bolívar Bolivariano)
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