Por Oscar Morales Rodríguez.-
Los últimos hechos de violencia en el béisbol profesional venezolano son una muestra evidente del peligro que representan los gestos humillantes u ofensivos (especialmente si en su niñez usted no recibió las herramientas para gestionar emociones negativas).
Para profundizar sobre el poder destructivo que libera una burla u ofensa, es útil revisar lo que encontró el psiquiatra James Gilligan después de entrevistar y evaluar por más de 20 años a personas condenadas por crímenes violentos (homicidio, secuestro, violación, etc.). Gilligan intentaba buscar las motivaciones de estas personas para cometer estos crímenes, y luego de extensos análisis localizó el factor común: todos habían actuado por un sentimiento de humillación o vergüenza.
Algo de esto tienen las actuaciones de los beisbolistas involucrados en las inaceptables riñas. Es decir, todos respondieron a un hecho que intentaba humillar o degradar al otro, y como el insulto busca la ofensa, no era difícil suponer cómo terminarían estos episodios.
Ahora bien, para justificar estos actos denigrantes o mímicas festivas (conocidas también como «perreo») se plantea que el béisbol ha cambiado (¡nadie podría dudarlo!); que estamos en otra época; que ahora se celebran otras pulsiones generacionales; y que, finalmente, ese es el espectáculo que los menores de determinada edad —¿20? ¿30? ¿40?— quieren ver.
Si bien son argumentos válidos para intentar explicar este tipo de celebraciones, estimo que son débiles para demostrar lo conveniente y saludable que sería para el deporte mantenerlas. Y esto es por una razón simple: de seguir alimentando la mofa en contra del rival, solo provocaremos encender una burla más dañina como respuesta (violencia trae más violencia, generalmente).
Por otra parte, cuando se declara que el juego ahora es distinto y que estos son los nuevos códigos de disfrute, solo recuerdo a mi abuela cuando me decía —a propósito de lo mismo en otras circunstancias—: «Hijo, los tiempos cambian, pero el respeto es el mismo».
La razón y la barbarie están separadas por una línea delgadísima, que muchas veces se ha roto y han generado las grandes tragedias universales. De la misma forma está separado el goce personal y el espíritu deportivo (o la presunción personal y la consideración por el derrotado), que en demasiadas ocasiones se ha quebrado y hemos visto los peores rasgos del ser humano en su máxima expresión.
La Liga Venezolana de Béisbol Profesional debe sancionar severamente a los protagonistas de estos lamentables hechos porque, de lo contrario, se impondrá la violencia como diversión o, si usted prefiere, la burla como espectáculo.
Y usted podrá decir que el béisbol es todo lo que quiera, podrá formular nuevas definiciones, podrá proponer cambios en cierta dirección o, incluso más, podrá manifestar que estos tiempos son los mejores que vivimos, pero coincidirá conmigo que este juego no es un circo romano al menos, ¿no?
En fin, no es cambio de época, simplemente es el respeto extraviado.
(Oscar Morales Rodríguez)
Oscar Morales es escritor, columnista y aficionado al beisbol.
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